lunes, 22 de octubre de 2012

{Serial} Blue Moon - Cap. 2



Blue Moon - Capítulo II

Orgullo. El orgullo de un guerrero. Los labios de JaeJoong se curvaron en una lenta sonrisa mientras observaba al hombre que tenía delante de él. Había podido ver la batalla que se había producido en aquel lugar no hacía más de unos pocos minutos. Detestaba a esos sacos de pulgas, pero sí que sabía reconocer que eran unas malditas máquinas de matar perfectas. La mirada de ojos oscuros del vampiro se deslizó de forma apreciativa por el cuerpo del licántropo, pudiendo ver cómo las heridas se estaban curando a una velocidad asombrosa. Ni siquiera ellos, que tenían también la capacidad de regenerarse, podían compararse. La sangre azotaba sus sentidos y tenía que controlarse aunque sabía perfectamente que la gente no entendía hasta qué punto tenía que hacerlo. Era un olor que lo inundaba todo y que provocaba que sus colmillos comenzaran a mostrarse, aunque se contuvo. No era un neonato inexperto. Sonrió brevemente mientras daba otro paso más.

Le habían hablado sobre el hombre que tenía delante de sí. Y lo que había visto esa noche confirmaba cada una de las advertencias, cada uno de los susurros, cada secreto a media voz que había volcado en sus oídos la tela de araña que había formado desde hacía mucho, mucho tiempo, en torno a la ciudad de Seúl. Quería creer que no había nada que sucediera en aquel territorio que él no supiera, aunque en ocasiones sabía que había filtraciones o que directamente no podía controlar absolutamente todo. Deslizó lentamente su lengua por sus labios, notando todavía el resto del sabor acre de la cena de aquella noche. 

—Me alegra ver que los rumores son ciertos. —comentó con una pequeña sonrisa en los labios mientras clavaba sus ojos oscuros en los café de él. —Hubiera sido una verdadera decepción que no fuera así.
—¿Qué es lo que quiere de mi?

Los ojos del vampiro chispearon por un momento en un amenazante tono rojizo mientras observaba el cuerpo del licántropo. El tono, a pesar de haber utilizado un lenguaje completamente formal, tenía un rastro de burla que no se le había pasado por alto. De la misma manera que la postura ligeramente tensa le indicaba que estaba preparado para una confrontación si las cosas se ponían feas. Aunque le hubiera gustado poder llevarlo al límite para saber hasta qué punto era tan bueno como todo el mundo decía,se contuvo. JaeJoong no era estúpido, necesitaba de los servicios del hombre que tenía delante de él y no pensaba estropearlo por un impulso provocado por la testosterona. La racionalidad le diferenciaba de todos aquellos seres  inferiores con los que se obligaba a tratar para poder expandir su poder. Y había aprendido, muy bien además, que solo tenía que mostrarse amable para poder conseguir mucho más que si comenzaba exigiendo.

—Me dijeron que si quería buscar a alguien, tenía que hablar contigo en primer lugar. —respondió por fin, metiendo las manos en el interior del largo abrigo negro que llevaba y clavando sus ojos en los del hombre lobo. —Tienes una fama que te precede como el mejor Rastreador de la ciudad.
—No es una fama inmerecida. —contestó a su vez Yunho con una seguridad en sí mismo aplastante, que arrancó una pequeña sonrisa en el vampiro. —Ni siquiera un vampiro o un hechicero experimentado puede compararse con mi olfato.
—Es algo que he podido ver en acción esta noche. —la voz, casi un ronroneo del vampiro, se extendió por el callejón mientras se movía para acercarse un poco más al licántropo. Yunho parpadeó por un instante, moviendo la cabeza de forma negativa como si de esa manera pudiera alejarse de esa voz insinuante que a veces se convertía en puro hechizo. —Necesito tu ayuda para un asunto... especial.
—¿Acaso no tenéis vuestros propios Rastreadores? —preguntó con un pequeño deje de burla. —¿Cómo vais a permitir que alguien ajeno se meta en vuestros asuntos?
—En realidad, es algo que nos afecta a ambas razas.

Yunho arqueó brevemente las cejas abandonando durante un instante esa postura en la que indicaba que no le importaba nada, dejando ver una pequeña chispa de curiosidad y JaeJoong lo aprovechó. Ver las debilidades de sus contrincantes siempre había sido una de sus mejores bazas, algo que hacía de forma natural para conseguir una serie de ventajas sobre ellos. Y aquella vez no iba a ser una excepción. Estaban apenas a unos pasos el uno del otro, puesto que había roto la distancia. El olor que desprendía aquel ser le había atraído como lo hacía la miel con las abejas. 

—Habrás escuchado sobre las desapariciones que se están produciendo en las orillas del río Han las noches de Luna Llena, ¿no es cierto?
—Siempre suceden este tipo de cosas cuando está mostrando todo su rostro, es algo bastante habitual. —declaró el licántropo, cruzándose de brazos y mirando al vampiro con mucha menos atención ahora.
—Es cierto, siempre hay problemas y siempre suelen estar relacionados con la falta de fuerza de voluntad de vuestros cachorros. —atacó entonces el vampiro, continuando sin permitir que el licántropo pudiera contestar más allá de un gruñido que salió de lo más profundo de su garganta en una clara amenaza. —Sin embargo, por una vez, las pruebas se alejan de uno de los tuyos... y van en una dirección diferente.
—Si ya sabéis de qué se trata, ¿por qué me necesitáis?
—Claramente no para investigar. —el tono irónico del vampiro apareció y el hombre lobo se tensó todavía más. —Es tu capacidad para localizar lo que nos interesa. 
—Eso ya lo has dicho. —el rostro de Yunho no mostró ni una sola emoción. —Me siento muy halagado, pero no me interesa.

La tensión aumentó de forma significativa, JaeJoong notó la ironía en sus palabras y arqueó una ceja de forma interrogativa. Su cuerpo se mantuvo relajado, pero sin embargo el rostro amigable que había estado usando hasta ese momento desapareció por completo sustituido por la seriedad que el momento necesitaba. Aquel asunto no era un simple capricho, ni siquiera era algo que pudieran obviar como algo menor. En absoluto. Si no hubiera sido de esa manera no se hubiera rebajado a hablar con aquel ser que claramente no podía compararse en absolutamente nada con él. La frialdad que siempre le rodeaba pareció acrecentarse a su alrededor y con satisfacción vio el gesto de incomodidad reflejado durante unos segundos en el rostro del hombre lobo. 

—Parece que no entiendes hasta qué punto esto nos afecta a todos nosotros, aunque no sé por qué no me sorprende. —las palabras fueron dichas con tono seco, como si fuera un látigo que buscaba la carne de su contrincante. —Cuando mires más allá de tu propio hocico, sabrás dónde encontrarme. 
—Lo estás haciendo francamente mal si estás buscando mi ayuda... —respondió entonces Yunho, bajando ligeramente la cabeza mientras clavaba su mirada en la del vampiro.
—No te confundas. —apretó los labios, moviéndose hasta que ambos cuerpos se pegaron mientras le miraba directamente a los ojos a pesar de la diferencia de alturas. —Te estoy pidiendo amablemente algo que antes o después vas a tener que hacer, te guste o no.

Silencio, silencio únicamente roto por el sonido amortiguado del tráfico más allá del callejón donde se encontraban. Ninguno de los dos estaba dispuesto a romper el contacto visual porque significaría darse por vencido en aquella batalla silenciosa. Rendirse ante un enemigo endémico, que llevaba como tal desde hacía demasiado tiempo porque en realidad eran dos naturalezas distintas: el uno era la vida en su más puro estado, el otro era la muerte y no se molestaba en ocultarlo. Los ojos oscuros del vampiro se deslizaron por un momento, bajando hasta esos labios que se encontraban apretados, notando cómo los músculos de la mandíbula se tensaban al apretar el licántropo los dientes, antes de subir de nuevo su mirada a los ojos rasgados del otro. Lentamente una media sonrisa apareció en sus labios.

—Investiga si quieres, habla con tu Alfa, infórmate de lo que está pasando... —ladeó entonces el rostro y alzó la mano para colocar el cuello de la cazadora de Yunho, esbozando una pequeña sonrisa de nuevo al ver cómo el licántropo no se movía, rozando apenas un segundo con sus nudillos la cálida piel del hombre por encima del cuello de la camiseta negra que llevaba y sintiendo casi como si lo quemara. —Hazlo y cuando veas que solo has estado retrasando lo inevitable, ven a hablar conmigo.

No dejó que el hombre lobo contestara sino que se giró dándole la espalda. Sabía que aquello podría significar estar en desventaja si al otro ser le daba por atacarlo, pero confiaba lo suficiente en sus capacidades sobrenaturales como para permitirse ese lujo. Aquella noche, a pesar de lo que pudiera parecer, no había sido desaprovechada del todo. Había conseguido un primer acercamiento a esa pieza del gran rompecabezas que era la Seúl nocturna. Lo que estaba seguro era de que jamás se olvidaría de aquel encuentro porque por mucho que el licántropo lo pudiera negar, jamás había conocido a un ser como él. JaeJoong lo sabía y Yunho también aunque no estaban concenciados de lo que ese encuentro iba a significar no solo para la historia de la ciudad sino también para la suya propia. 

Yunho observó entonces cómo el vampiro salía como si nada del callejón y entonces se giró para observar el cuerpo de su hermano, aquel que había caído sin vida. Apretó los labios brevemente comenzando con una de las cosas que más le desagradaban de ese trabajo: tener que limpiar todo y no dejar evidencias de lo que había sucedido allí.

~*~*~

Yunho llegó a su apartamento cuando el sol comenzaba a alzarse por encima de los altos edificios y tiró la cazadora de cuero sobre el sofá tras haberse descalzado en la pequeña entrada. Sin preocuparse en calzarse de nuevo, se adentró por la habitación dejando escapar un ligero suspiro que reflejaba todo el cansacio que tenía encima. Se sentía sucio y sabía perfectamente que apestaba, tanto al olor de la ciudad como al de la muerte. Es más, en ese momento si se olfateaba podría notar el pestazo. La noche había sido de lo más extraña, una noche muy diferente de lo que hubiera imaginado en un primer momento. A pesar de que la “cacería” había sido todo un éxito, todavía revoloteaban por su cabeza las palabras que le había dicho el vampiro y eso le molestaba, le jodía y le cabreaba. Sabía que tenía que hablar con el Alfa para poder saber hasta qué punto lo que le había dicho era verdad o una de las muchas mentiras que poblaban el mundo vampírico. Aquellas criaturas eran sibilinas y siempre estaban manipulando, un juego en el que no estaba dispuesto a entrar.

Se acercó hasta el frigorífico para abrirlo y sacar una botella de zumo, dando un largo trago mientras en su mente volvían a repetirse como si se tratara de una película las imágenes de aquella noche. Había escuchado hablar sobre las desapariciones que se daban a lo largo de las riberas del río Han, pero lo había achacado a algún cachorro que no terminaba de controlarse. Seúl era una ciudad lo suficientemente grande como para que en ocasiones sucedieran ese tipo de situaciones: seres sobrenaturales desconocidos que se cobraban el precio de su condición en sangre. Por regla general las diferentes razas se hacían cargo de la situación y o bien acababan con el ser problemático, como había hecho él esa misma noche, o lo asimilaban en su organización.

Durante el tiempo que llevaba en la ciudad, había sido así, sin embargo el presentimiento que había tenido cuando aquel vampiro se había presentado delante de él, le indicaba demasiado claramente que las cosas no iban a ser tan fáciles como lo habían sido hasta ese momento. Min Ah había dicho que se aproximaban aires de cambio, nubarrones que seguramente terminarían en Tormenta, y tenía la suficiente confianza en ella como para saber que no hablaba porque sí. Sacó el teléfono del bolsillo delantero de su vaquero y jugueteó con este por un instante entre sus dedos, antes de decidir que era mejor darse una ducha rápida.

Apenas media hora más tarde salió de la ducha con una toalla en las caderas y el teléfono en la diestra marcando con rapidez un número de teléfono que se sabía de memoria y que no había hecho falta que grabara en el teléfono. Uno, dos, tres toques y una voz adormilada contestó al otro lado provocando una media sonrisa al escucharlo. 

—¿Estabas dormido?
—Joder... —los ruidos que llegaron a través del teléfono le indicaron a Yunho que se estaba levantando seguramente para salir de la habitación en la que se encontraba. —Pero qué cojones... —el licántropo se acercó hasta donde había dejado olvidada la botella de zumo para darle un nuevo trago. —Jung... ¿qué hora es?
—Lo suficientemente tarde como para que levantes el puto culo de la cama y te pongas en movimiento.
—Un día de estos te despellejaré por hablarme así. —un segundo de silencio y el sonido del agua corriendo fueron el suficiente indicativo para saber que seguramente se estaría lavando la cara. —¿Por qué demonios llamas a estas horas?
—Fuiste tú el que me dijo específicamente que te llamara cuando hubiera terminado el trabajo.
—Sí, pero no a las seis de la mañana, joder. —se pudo escuchar un gruñido con toda claridad y los labios de Yunho se curvaron de nuevo. —Borra esa puta sonrisa y dime cómo ha ido todo.
—Bastante bien, a media noche más o menos lo tenía ya terminado, pero eso no es lo que en realidad quería comentarte.
—Hubiera sido mucho mejor esa hora... —refunfuñó el hombre que hablaba en la otra parte de la línea. —¿Limpiaste todo? No me gustaría tener a los ineptos de la pasma detrás de nuestro culo.
—No queda ni rastro, pero sin embargo tuve un espectador inesperado. —respondió el licántropo mientras se apoyaba contra la barra americana que separaba la cocina del salón. El silencio le indicó que esperaba que continuara. —Kim JaeJoong, ¿te suena?
—¿La sanguijuela? ¿qué es lo que quería?
—”Contratar” mis servicios, por lo que parece. —apretó los labios al recordar el encuentro y sin darse cuenta de lo que estaba haciendo se frotó el punto exacto donde los nudillos del vampiro habían rozado su piel. —Está relacionado con los casos de desapariciones en la orilla del Han.
—¿Lo que suponíamos que eran provocados por uno de los nuestros?
—Esos mismos. Ya sabes que llevo unos meses rastreando por las inmediaciones de las desapariciones y no encontraba absolutamente nada. —de forma inquieta comenzó a moverse por el salón, sin poder mantenerse quieto, como si de repente la adrenalina hubiera activado a la vez toda la capacidad de acción del hombre lobo. —Según Kim se trata de algo que va más allá de los nuestros y de los suyos, pero no me ha especificado qué es, solo que necesita de mi olfato.
—¿Qué le dijiste?
—Joder, ¿qué piensas que le dije? —masculló Yunho mientras se detenía junto al ventanal mirando cómo el cielo comenzaba a clarear cada vez más. —Que se metiera sus putas intrigas por el culo y que me dejara tranquilo, que no estaba dispuesto a meterme en sus mierdas.
—Y conociéndote se lo habrás dicho así, tal cual, sin tacto ni diplomacia. —el toque de desesperación de la voz del Alfa desapareció cuando volvió a hablar. —No me gusta estar con los pantalones bajados y sin saber por dónde nos vienen los golpes, necesitamos saber YA qué demonios está sucediendo.
—Déjame llevarme a Min Ah conmigo la próxima vez.
—No.
—¿Por qué no? Tú mismo dices que necesitas saber qué está pasando y ella tiene una capacidad que ninguno de nosotros tenemos.

Yunho sabía perfectamente que aquella posibilidad no le gustaba en absoluto, pero si querían entender qué era lo que el vampiro había querido decir, necesitaban movilizarse lo antes posible con todos los activos disponibles. Shin Min Ah lo era, por mucho que al Alfa no le gustara admitirlo. Lo dejó que pensara con tranquilidad mientras observaba cómo por fin el sol salía y las sombras comenzaban a desaparecer, algo que le gustaba, más desde el encuentro de hacía apenas unas horas. Ni siquiera un bastardo de la capacidad de Kim JaeJoong podía enfrentarse a los rayos destructores del Astro Rey. 

—Trae todo lo que tengas en cinco horas.
—Puedo ir ahora mismo.
—Necesito que tengas el cerebro a pleno rendimiento así que vete a dormir y no hagas ninguna gilipollez.

La llamada se cortó y Yunho dejó escapar un ligero suspiro. Había intentado llegar a algún tipo de conclusión, pero todos los caminos daban miles de recovecos que no llevaban a ningún lado. Se frotó el rostro durante un instante antes de poner el teléfono en silencio. No querría por nada del mundo que lo despertaran antes de esas horas que le habían dado para recuperarse. No es que necesitara dormir demasiado, pero estaba agotado y la energía que había utilizado aquella noche tenía que ser recuperada durmiendo. Sin preocuparse en quitarse la toalla humedecida, se dejó caer en la cama del dormitorio y cerró los ojos. Apenas unos segundos más tarde Morfeo lo recibía en sus brazos y el mundo dejó de existir para él.

lunes, 15 de octubre de 2012

{Serie} Blue Moon - Cap. 1



Blue Moon - Capítulo I

—Maldita sea.

La maldición se escuchó con demasiada claridad en mitad de aquel callejón apenas iluminado. El hombre se incorporó en toda su estatura de su posición semi acuclillado y miró a su alrededor como si estuviera buscando algo. Los ojos brillaron por un momento en un color dorado acostumbrándose a la falta de luz. Aquel era uno de los peores lugares en los que podía encontrarse en Seúl y lo sabía. El olor a suciedad lo llenaba todo, pegándose a su piel, a su pelo y a sus ropas como si fuera una capa de la que estaba deseando desprenderse. Esa era una de las razones por las que prefería vivir mil veces fuera de la urbe o en algún lugar donde la contaminación no llegara a los extremos de aquel lugar. Apretó con fuerza la mandíbula al tiempo que comenzaba a dirigirse hacia la salida del callejón con largas zancadas.

Su olfato le indicaba que no estaba allí. Un gruñido de pura frustración se desprendió de lo más profundo de la garganta apretando por un momento el puño derecho. ¿Cuánto tiempo llevaba siguiéndolo? Lo suficiente como para perder gran parte de la noche. Se sentía inquieto, demasiado, mucho más de lo que era habitual en él que estaba acostumbrado a mantenerse en calma en cualquier situación. Aquello tenía que cambiar y lo sabía, tenía que tranquilizarse antes de que todo se le fuera de las manos. De forma instintiva alzó el rostro hacia el cielo donde la Luna brillaba de forma amenazante en todo su esplendor. Jamás había entendido a aquellos que adoraban a ese astro que podía ser tan atemorizante, o más, que una pistola apuntándolo. La respetaba, pero no se hincaba de rodillas para ofrecerle su vida como había visto hacer a algunos de sus congéneres. 

Selene, como la llamaban algunos de sus hermanos europeos, era una zorra que podía llevarse lo mejor de un hombre en una sola noche. Podía cambiarlos hasta destrozar por completo sus códigos de conducta y desnudarlos mostrando la bestia que habitaba en su interior. Aquellos cachorros que no tenían la fuerza suficiente estaban por completo indefensos delante de su poder y de su atracción, que ejercía sobre todos y cada uno de ellos de forma implacable. Algunos habían aprendido a superarlo, a ser más fuertes que sus insinuaciones y habían conseguido vivir sus vidas lejos de su influencia. Sin embargo, todos y cada uno de ellos alzaba el rostro para verla por las noches al menos una vez, como si el susurro de la amante perdida volviera a acariciar sus oídos provocando un escalofrío que no podían contrarrestar y que muchos anhelaban sentir recorriendo cada palmo de su piel.

Sus pasos le sacaron del callejón comenzando a bajar con rapidez por una de las tantas escaleras que se encontraban en aquella zona de Seúl. Era un barrio lo suficiente tranquilo como para no cruzarse con nadie, por el momento. Al menos en ese lugar parecía que los humanos eran todavía lo suficiente inteligentes como para estar encerrados en su casa manteniéndose a salvo de lo que estaba sucediendo en el resto de la ciudad. Su fino oído podía escuchar con claridad cómo coches de la policía y ambulancias recorrían la urbe un poco más abajo. Seguramente algún tiroteo entre bandas, un encuentro desafortunado que no tenía nada que ver con la vida sobrenatural de la ciudad. O, al menos, eso esperaba.

Lo olió antes de verlo. Allí estaba de nuevo, un poco más adelante en otro de los tantos callejones que marcaban aquella zona en especial de la capital coreana. Maldijo brevemente. Se movía con rapidez y tenía que hacer lo mismo si no quería volver a perderlo. La sangre comenzó a bombear con fuerza, acelerando su corazón y dándole la rapidez que necesitaba. La figura del hombre fue apenas un borrón en apenas unos segundos mientras corría con la velocidad que solo los de su raza podían llegar a alcanzar. Saltó por encima del capó de un coche aparcado y se adentró sin pensar en las consecuencias en un callejón que se encontraba incluso peor iluminado que  aquel del que había salido apenas unos minutos atrás.

Sintió cómo la oscuridad le engullía y cómo sus ojos cambiaban de forma automática para adaptarse a la misma, tomando por un instante un brillo dorado como lo habían hecho antes. Aquello provocaba un ligero dolor en el fondo de su cabeza pero no le importaba. No, ese no era el momento de pensar en aquello, sino en aquella otra figura que se encontraba unos metros más allá. Sabía quién era, lo conocía, había visto cómo crecía. Era una especie de hermano pequeño y, sin embargo, aquella noche sabía que tenía que cazarlo. Pudo ver el reconocimiento en aquella mirada oscurecida, en aquellos labios que se curvaron en una media sonrisa.

—Oh... pero si han enviado el perro a cazarme. —la voz burlona provocó que el hombre se tensara mientras observaba al otro hombre más joven, deteniéndose en cada uno de los movimientos.
—Tú mismo has provocado esto, Hwan, en el mismo momento que rompiste todas las reglas.
—Y tú siempre las sigues, ¿verdad Jung? —el tono sedoso de su voz provocó que sus ojos se entrecerraran un poco más. —Siempre serás el perro de caza que impide que las manos del Alfa se ensucien. Siempre harás todo lo posible por evitar que su señoría sea el que tenga que ejecutar sus sentencias.

Ese tono burlón provocó un nuevo gruñido en el hombre que se encontraba cada vez más alterado. A pesar de lo que pudieran decir muchas leyendas, el ser que tenía delante era capaz perfectamente de razonar, al menos en ese momento completamente saciado. El frenesí ya había pasado por completo y solo quedaba la satisfacción que esto provocaba, el pequeño letargo que hacía que todo fuera mucho mejor, como el que se metía un chute de alguna droga dura. Sin embargo, no significaba que no fuera peligroso ni mucho menos. En ese momento sabía que era mucho más fuerte que él, que tenía una energía desmedida y que podía hacer que todo se tambaleara a su paso, incluso su propia voluntad, si se enfrentaba a él.

—Tiene otros asuntos mucho más importantes que atender que dedicarse a poner un correctivo a cachorros imprudentes.

El gruñido que aquel comentario provocó en el otro hizo que Yunho esbozara una lenta sonrisa mientras se preparaba para lo que iba a pasar a continuación. Era uno de los mejores en lo suyo, era la mano derecha del Alfa. Un lobo solitario que se alejaba de la manada únicamente para volver a acercarse a ella en momentos como aquel, en el que sus servicios eran requeridos. Se trataba de uno de los mejores rastreadores que tenían y todo el mundo sabía que si Jung te estaba siguiendo el rastro estabas perdido. 

Hwan no era estúpido, había aprendido junto al mayor muchas de las cosas que sabía puesto que él mismo iba a formar parte de ese grupo exclusivo que velaba por que las reglas no fueran rotas y si sucedía, entonces tomar represalias. Al menos lo había sido en una vida que le parecía cada vez más lejana. Los ojos completamente negros, en los que no había ni rastro de blanco, observaron con atención al hombre que tenía delante. Se sentía fuerte, poderoso, saciado. Un gruñido gutural salió de nuevo de su garganta mientras notaba cómo el cambio seguía su proceso, cómo su cuerpo aumentaba de tamaño, cómo su cuerpo crecía en musculatura hasta el punto de que la ropa se rasgó por completo. 

—Ya comenzaba a aburrirme.

Las palabras burlonas del rastreador hicieron que el cachorro soltara un gruñido más fuerte y que sin pensar en las consecuencias se lanzara hacia delante dispuesto a destrozarle en su camino. Jung se movió entonces hacia un lado esquivándolo con la habilidad que había adquirido con el paso de lo años y de enfrentamientos similares a aquel. Tenía cicatrices en el alma que mostraban aquello, aunque no todo el mundo pudiera llegar a verlas o reconocerlas. La primera patada, directa hacia la rodilla de su adversario, no llegó a golpear por apenas unos milímetros y tuvo que agacharse hasta rodar por el suelo, incorporándose unos metros más allá, para evitar que las garras del ser le arrancaran la cabeza.

Sonrió. Una sonrisa que no implicaba nada bueno sabiendo que era su turno. Pronto el lugar se inundó de gruñidos y quejidos, de golpes que destrozaban carne y llegaban hasta el hueso, de zarpazos que destrozaban ropa y hacían manar la sangre en borbotones, como si de una fuente se trata. Un gemido de puro dolor se escapó de los labios del rastreador cuando las garras del otro desgarraron su espalda con violencia, arrancando en el camino ropa y carne. La carcajada sobrenatural que acompañó a este gesto le indicó que la poca cordura que el cachorro hubiera podido mantener después del banquete que se había dado aquella noche de sangre y carne humana, había desaparecido por completo.

Ya no era Hwan, el hermano pequeño que él conocía, ahora era una aberración que tenía que desaparecer de la faz de la tierra. Había sido tocado por la mano del Corruptor y por esa razón tenía que hacer todo lo posible por llevarlo al ciclo natural una vez más. Su propio cuerpo comenzó a crecer, notando cómo los huesos se rompían y alargaban, cómo el cuerpo comenzaba a convertirse en una de las peores pesadillas que los humanos imaginaban cuando en el pasado se reunían alrededor del fuego para contar las leyendas que los atemorizaban, susurradas a media voz. El vello negro, como la noche, comenzó a cubrir todo su cuerpo y pronto, donde hacía unos instantes había un hombre, se encontraba una criatura que se alzaba casi hasta los tres metros, con cabeza de lobo y un aspecto humanoide que hizo que el otro ser se encogiera por un segundo de temor reconociendo la supremacía del ser que tenía delante de él antes de comenzar un cambio muy similar al que acababa de suceder.

Blanco contra negro, luz contra oscuridad, se encontraron cara a cara. Sin embargo, las apariencias engañaban. Desgarros y huesos fracturados, sangre que empapaba un suelo tan sucio que seguramente nadie se daría cuenta de lo que había sucedido en ese lugar al día siguiente. Nadie tendría el coraje de adentrarse en ese lugar. Si había alguien despierto en ese lugar a esas horas, seguramente habría cerrado con firmeza las ventanas, bajado las persianas y procurado ignorar los aterrorizantes sonidos que se escuchaban provenientes de ese lugar.

El lobo negro hundió con firmeza sus garras en el vientre del otro, desgarrando piel, músculo y carne, tirando hasta provocar una herida mortal. El otro cuerpo comenzó su transformación inversa después de que el pelaje blanco comenzara a empaparse de su  propia sangre durante unos segundos, al menos antes de que volviera a ser un simple humano delante de un monstruo lleno de sangre y heridas. Las manos del caído aferraban su vientre, manos llenas de sangre y una mirada que se alzó confundida hacia arriba, hacia ese otro hombre que se encontraba delante de él donde hacía unos instantes se encontraba una bestia de pesadilla.

—No...
—Sabías lo que sucedería si rompías las normas, cachorro.
—Ten piedad, no volverá a suceder. —susurró con voz entrecortada mirando al menor, una mirada que recordaba a la persona que había sido antes de aquella noche.

Jung Yunho se acuclilló para ponerse delante de él. Sabía demasiado bien lo que tenía que hacer, lo más rápido posible, antes de que las heridas comenzaran a sanarse como estaba pasando con las suyas. Sabía que tenía que acabar con aquello, evitarle a él el sufrimiento de ver cómo la vida se escapaba de entre sus manos al mismo tiempo que su naturaleza buscaba salvarlo. Sin embargo, en aquella mirada podía ver al hermano que había visto crecer, al cachorro que había enseñado y que había estado a punto de convertirse en una de sus manos derechas. Por esa razón intentaba no acercarse a los demás, porque en el momento en el que tenía que convertirse en el rastreador no podía dejar que los sentimientos y emociones se mezclaran con aquello que tenía que hacer.

—Lo volverías a hacer, cada una de las noches de Luna Llena, Hwan, y lo sabes. —el miedo que había en la mirada del otro hizo que le mirara con algo que parecía pena mientras se volvía a incorporar una vez más. —Y no podemos permitir que suceda algo así.

Extendió el brazo derecho entonces, alzando la manga de la camiseta negra que llevaba puesta y que había vuelto a aparecer en su sitio después de la transformación. Era uno de los tantos fetiches que llevaba anclado a su cuerpo y que los chamanes habían conseguido que fuera así. Allí, en el antebrazo de su brazo izquierdo el tatuaje en forma de daga con símbolos antiguos pareció brillar por un momento cuando el hombre deslizó sus dedos por encima de este. El tatuaje desapareció entonces de la piel del rastreador mientras miraba al otro que se encontraba de rodillas delante de él, esperando la sentencia y al mismo tiempo suplicando por su vida. Una súplica que él no había atendido cuando destrozó y devoró los cuerpos de aquella familia dos días antes, cuando el poder de la Luna Azul había descendido como una maldición sobre él, cuando se había dejado llevar por el Corruptor y había caído en la espiral de muerte y destrucción que los había llevado hasta ese momento. Ambos sabían lo que iba a suceder a continuación cuando el filo acerado brilló alzándose en la noche y descendió en un arco que provocó que cabeza y cuerpo se escindieran, rodando la primera unos metros más allá, en un corte limpio que hablaba de fuerza, pero también de demasiadas ocasiones en las que había tenido que hacer algo similar.

—Que Ella tenga a bien acogerte en su seno. —susurró el rastreador, limpiando en la ropa del otro la sangre que se había pegado al filo.

Pasó entonces por encima del cuerpo del caído al tiempo que dejaba que la espada utilizada volviera a formar parte de su propia piel, notando cómo ardía la zona cuando tomaba forma de nuevo el tatuaje. Apretó los dientes con fuerza. El lugar se encontraba invadido con el olor a la sangre y a la muerte. Un olor penetrante que impedía que cualquier otro pudiera llegar hasta su afilado olfato. Hasta el punto de que cuando escuchó los aplausos llegando desde la entrada del callejón tuvo que contener un pequeño sobresalto que, sin embargo, no pasó inadvertido para el hombre que se adentró solo unos pasos.

La tensión aumentó, una muy diferente a la que había estado presente durante todo el altercado anterior. Una tensión que hablaba de siglos de disputas y enfrentamientos. No era de extrañar que no hubiera olido nada que le pusiera en alerta de que estaba cerca puesto que el ser que tenía delante conjugaba sangre y muerte en sí mismo. La belleza de los hijos de la noche tenía en aquel ejemplar que tenía delante su máximo exponente y estaba claro que el otro lo sabía. Su rostro pálido, sus labios demasiado rojos que indicaban que se acababa de alimentar, ese cuerpo delgado cubierto por ropa negra que incluso para él mostraba que era de excelente calidad. Y después estaban sus movimientos, cada uno de ellos gritaba tan alto, que hasta un sordo podía escucharlo, una sola palabra: sensualidad.

—Ha sido un espectáculo de lo más divertido. —la voz azotó los sensibles sentidos del rastreador que se detuvo con el cadáver a su espalda.
—Me alegra ver que hemos conseguido divertirte. 

La risa cantarina del ser de la noche hizo que miles de escalofríos diferentes se deslizaran por el cuerpo, demasiado sensible todavía por la transformación, del licántropo. Una risa que hizo que su estómago se encogiera de puro rechazo por motivos de raza. Vampiros y hombres lobos se habían odiado desde el inicio del tiempo, mucho antes de que incluso los hombres supieran qué era qué, quién era quién. Antes de que todas las leyendas sobre ellos llegaran a enturbiar y mancillar sus nombres, quedando unos como los seductores por excelencia, los otros como poco más que máquinas de matar sin sentimientos que únicamente buscaban hundir sus fauces en la carne humana las noches de Luna Llena.

Cuando la risa se apagó, un pesado silencio se extendió entre ambos que se miraban observándose en silencio. Una tensión tan profunda que parecía que podía ser cortada por un cuchillo bien afilado, el mismo que Yunho lamentaba que no estuviera todavía en su mano para clavarlo en el corazón del otro ser que esbozó una lenta sonrisa que no le trajo buenas sensaciones, como si hubiera sido capaz de saber qué era lo que le pasaba por la cabeza y le hiciera gracia. Aunque no se hubiera movido, el licántropo era demasiado consciente del lugar exacto en el que se encontraba y que bloqueaba su salida de aquel lugar. El cazador se había convertido en la presa y estaba seguro de algo: no se trataba de un vampiro joven, si lo fuera no hubiera sido tan estúpido como para quedarse sabiendo que había dos hombres lobo tan cerca. Su sentido de la supervivencia lo hubiera llevado en dirección contraria.

¿Quién era? Esa duda le carcomía por dentro porque su instinto le indicaba que tenía que conocerlo, que debería saber de quién se trataba. Frunció el ceño mientras que todo su cuerpo se volvió a tensar en el mismo instante en el que el otro ser se adentró en el interior del callejón con movimientos lentos y comedidos, cargados de una fuerza contenida que para alguien como Yunho, acostumbrado a analizar a sus contrincantes, estaba ahí a simple vista. Sin embargo, estaba seguro, de que la mayoría de las personas y de los otros seres sobrenaturales únicamente verían la fragilidad aparente de ese cuerpo esbelto y atlético. 

—¿Vas a dejarlo simplemente ahí?
—¿Acaso te molesta? —preguntó el hombre lobo, bajando la mirada hacia el cuerpo decapitado del que hasta hacía apenas tres días era su hermano de manada.
—Tsk y después nosotros somos los que no tenemos corazón ni sentimientos. —comentó burlón el vampiro deteniéndose a apenas un par de metros de donde se encontraba Yunho, clavando sus ojos negros como la noche en el otro hombre. —Sabes quién soy, ¿verdad?

Esa pregunta hizo que todas las alarmas estallaran al mismo tiempo. Alarmas de peligro que incluso para un  guerrero como era él hacían que se pusiera todavía más tenso. Esa última pregunta, esas palabras dichas con mucha más seriedad que el resto de la conversación, le indicaron de quién se trataba. No estaba delante de un vampiro cualquiera, ni siquiera delante de un anciano cualquiera. No. Su mirada se mantuvo en la del otro ser que esbozó de nuevo esa sonrisa lenta que estaba seguro de que no indicaba nada bueno. Al menos nada bueno para él.

—¿No respondes? —preguntó entonces, una vez más, chasqueando la lengua en un gesto de desagrado. —Y yo que pensaba que me encontraba delante de un guerrero inteligente, al menos esos son los rumores que me llegan de tí, Jung Yunho.
—Sé quién eres.

De nuevo ese duelo de miradas, de voluntades, de forma silenciosa. El vampiro callado esperando con expectativa lo que él pudiera llegar a decir. El hombre lobo buscando las palabras adecuadas porque ahora sabía delante de quién estaba y que a pesar de todo, a pesar de todo el odio acumulado, a pesar de toda la rabia que sentía burbujeando en el interior de su cuerpo, tenía que andar con cuidado porque no se trataba de un vampiro cualquiera. Es más, en esos momentos se encontraba delante de uno de los seres más poderosos de la ciudad. Un ser al que debería mostrar respeto por ser quién era y lo que representaba. 

Sin embargo, Yunho no había llegado a la posición que tenía por haberse hincado de rodillas ante nadie, ni siquiera ante aquella a la que sus hermanos adoraban y muchas veces era considerada como una diosa. Ni siquiera los suyos habían conseguido doblegar su voluntad, muchas veces a base de latigazos y de ordalías de todo tipo que intentaban controlar un carácter demasiado impulsivo, demasiado solitario para el bien de la manada y de él mismo. Los lobos solitarios no sobrevivían de forma habitual. Los lobos solitarios eran encarcelados o dado caza porque rompían con todo lo que implicaba la sociedad en la que habían nacido. Los lobos solitarios eran una amenaza que había que erradicar y sin embargo Jung Yunho había conseguido ocupar un puesto de importancia dentro de la cultura de los licántropos cuando él mismo se aislaba de sus hermanos.

—Sé quién eres. —volvió a repetir entonces, mientras lo miraba con una calma que en realidad no sentía. En vez de inclinar el rostro como debería haber sido lo apropiado, el orgulloso hombre lobo se alzó en toda su estatura que superaba por unos centímetros la del vampiro. —Eres Kim JaeJoong. —los ojos del aludido brillaron entonces rojizos durante un instante al escuchar su nombre de labios del licántropo. —Dueño del “Blue Moon” y uno de los vampiros más ancianos de la ciudad de Seúl.

domingo, 7 de octubre de 2012

{Serie} Blue Moon - Prólogo



Blue Moon - Prólogo

           

El sol caía lentamente, sin prisa pero sin pausa, como llevaba sucediendo desde que el mundo era mundo. Aquella noche, sin embargo, era especial. Era la segunda luna llena del mes con todo lo que eso significaba. No era algo que sucediera a menudo, pero tampoco un hecho tan extraño como algunas personas podían pensar. A esa segunda luna llena se la conocía como “Luna Azul”, una luna en la que todo podía ser posible. Una Luna que algunos consideraban peligrosa porque aumentaba, de manera significativa, la violencia en la calle, los ataques de locura, los problemas de todo tipo que hacían que la sociedad pudiera llegar a terminar mal, muy mal. No se sabía la razón y los escépticos decían que era algo sin ninguna base científica, que no había nada diferente esa noche y que lo que sucedía era que se dejaban influenciar por la publicidad negativa que ese día tenía para muchos.

            En cambio había una parte de los habitantes de aquella ciudad que sabían que era real, demasiado real. Los influjos de la Luna afectaba de manera especial a determinadas personas. Mientras que para el resto de la sociedad no era más que algo anecdótico, quizá un comentario en broma en el lugar de trabajo, para otros era una realidad que había que tomar en cuenta y temer. Era una Luna de Invierno, no demasiado poderosa, pero sin embargo lo suficiente como para hacer que se tomaran en cuenta una serie de restricciones que no podían pasar por alto. El mantenerse dentro de sus hogares y no salir era uno de ellos. Estaban preparados para mantenerse a salvo, para alejar de la mejor manera posible la tentación que era la Luna para ellos.

            Lentamente la oscuridad comenzó a tomar el control de la ciudad. Las luces eléctricas hicieron acto de presencia mientras el Sol se alejaba, llevándose con él la seguridad de las horas diurnas. Ciegos a lo que sucedía a su alrededor, los humanos buscaban de manera instintiva la seguridad de sus hogares. Las sombras se habían relacionado con sus peores miedos, con sus peores pesadillas, como si de alguna manera supieran que no estaban solos cuando caía la Noche. Era un miedo instintivo a lo que no se podía ver ni entender, un miedo que había hecho que se formaran leyendas que intentaban advertir de que había monstruos que podían aparecer debajo de la cama o en el armario, que había seres sedientos de sangre que salían para satisfacer sus necesidades o seres mitad humanos mitad bestias que con la luz de la Luna Llena mostraban su verdadero rostro, destrozando a todo aquel que se pusiera en su camino. Leyendas que prevenían que era inseguro caminar a partir de determinadas horas y que la Luna Llena no era solo un espectáculo para ver por la noche, sino que traía consecuencias.

            Sin embargo, aquellas advertencias parecía que habían quedado en saco roto en una sociedad como era la de principios del siglo XXI. Las nuevas tecnologías habían hecho que pasear por la noche se pudiera hacer con la misma claridad que se hacía a la luz del día. La electricidad había sido una baza para vencer esos miedos endémicos. ¿Qué había que temer cuando la luz iluminaba cada uno de los rincones de la ciudad haciendo que pareciera que se estaba en pleno día? ¿Por qué preocuparse por seres que sólo habitaban en la fantasía de los más ancianos? Era una verdadera estupidez y la gente más joven hacía tiempo que se había olvidado de las advertencias de los mayores. Habían adoptado como algo normal que eran simple fantasía. La literatura, la música, el cine, habían sido los causantes de este descreimiento que hacía que se olvidaran de todo lo que habían enseñado.

            —Estúpidos, estúpidos humanos. —susurró el hombre mientras se apoyaba en la barandilla de su ático de lujo en uno de los lugares más céntricos de Seúl mientras observaba cómo se movían bajo su mirada. como si fueran pequeñas hormigas que podía aplastar con su pie si así lo deseaba.

            “¿Realmente creías que solo eran sueños o pesadillas provocadas por mentes demasiado fantasiosas? Error. Un error que puede llegar a ser fatal. Mira de nuevo, observa una vez más a tu alrededor, fíjate en cada uno de los detalles que te puede dar una pequeña pista de lo que en realidad está sucediendo. ¿Ves a ese hombre demasiado pálido de allí? ¿O aquel que en su mirada refleja algo más que simple pasión? ¿Qué me dices de aquella mujer que siempre tiene suerte, pase lo que pase, como si estuviera tocada por los hados? Oh, vamos, no seas tan ciego como el resto de los humanos y sé capaz de mirar más allá de una realidad que está rompiéndose a pedazos a cada segundo que pasa”.

            —Al menos algunas veces dicen cosas con un poco de sentido. —comentó para sí con clara ironía el hombre girándose para cambiar el canal de la radio que estaba escuchando. Pronto la música clásica se comenzó a escuchar en los rincones de aquel lugar.—Aunque sean simples desvaríos de un pobre loco de una cadena de prensa amarilla. ¿Quién te va a tomar en serio? —se burló del locutor como si este fuera capaz de escucharlo.

            Alzó entonces el rostro hacia esa luna que comenzaba a alzarse en el cielo nocturno y una pequeña sonrisa curvó sus carnosos labios rojizos que contrastaban con total claridad con la tez demasiado pálida, demasiado perfecta para ser humana. Luna Azul. El momento perfecto, la noche en la que todo el mundo parecía que había perdido la cordura. La policía y el hospital estarían tan ocupados aquella noche que sentirían que todo se les iba encima. Y sabía que iban a tener más de un caso “sin resolver” por falta de pistas, por imposibilidad de hechos, porque era prácticamente una locura lo que las pistas decían, imposible de conciliar con lo que la lógica dictaba.

            Oh, bendita racionalidad que impedía que vieran lo que había más allá de sus propias narices y de sus consideraciones. Era tan fácil que a veces resultaba extremadamente aburrido. ¿Dónde estaban esos humanos de hacía siglos que intuían lo que pasaban y sabían que tenían que tener cuidado cuando salían por la noche? Se habían esfumado. Cada vez eran más los que se mofaban de los conocimientos antiguos, los que consideraban que su existencia no era más que fantasías estúpidas para asustar. No estaba muy seguro si aquello era algo que le gustaba o que le jodía, golpeando directamente a su ego. Y de eso tenía mucho.

            La noche se presentaba delante de él como un regalo que estaba dispuesto a disfrutar, a tomarla con sus manos y exprimirla sacándole todo el jugo que pudiera. Quizá hasta de manera literal. Una nueva sonrisa se deslizó por sus labios, pero no llegó a iluminar esos ojos rasgados y oscuros que miraban con demasiada frialdad a su alrededor. Sí, aquella noche era perfecta para hacer todo aquello que no hacía de forma habitual por miedo a las represalias. ¿Había dicho miedo? En realidad esa era la excusa que ponía; la realidad era que después había que limpiar demasiado y él no estaba dispuesto a ensuciarse las manos en aquellos asuntos tan mundanos.

Sin más, se internó en el interior del apartamento y salió del lugar dejando tras de él el sonido de la música que se encontraba en el hilo musical y que no se había molestado siquiera en apagar.

jueves, 4 de octubre de 2012

{OneShot} Todos y cada uno de los días.





Título: Todos y cada uno de los días.
Personajes/Pareja: Yunho, Changmin.
Rating: PG.
Género: Angst.
Resumen: Los recuerdos aparecen cuando menos te lo esperas y en ocasiones es buena idea dejar que simplemente fluyan.
Disclaimer: Por mucho que me gustaría lo contrario, se pertenecen a ellos mismos.

—Así era ¿verdad?, así era como teníamos que hacerlo todos nosotros, así era como tocaba vivir, ¿no es cierto?. — la voz del hombre joven hizo que su amigo alzara el rostro para mirarle.
—¿A qué te refieres?
—Hyung... no te hagas el tonto. —el reproche en la voz de su amigo hizo que por fin Yunho cerrara el libro que tenía entre las manos y le mirara a los ojos. —¿Nunca te has preguntado qué hubiera pasado si nos hubiéramos ido con ellos?
—Todos y cada uno de los días que llevamos en este infierno, Changmin. —el líder se incorporó entonces y se acercó hasta donde se encontraba su compañero observando la ciudad. El más alto no se movió mientras su mirada se paseaba por todo lo que había bajo él como si fuera lo más interesante y emocionante del mundo. —¿Por qué me lo preguntas ahora? ¿Tienes dudas de nuestra decisión?
—-Todos y cada uno de los días. —-susurró el hombre más joven, volviendo por fin la mirada oscura en dirección hacia Yunho, repitiendo lo que hacía un momento había dicho su líder y la persona en la que más confiaba con creces en aquel mundo de locos en el que había entrado demasiado pronto. —Todos y cada uno de los días me pregunto por qué nos quedamos aquí cuando lo único que hacen es explotarnos, cuando terminamos tan agotados que terminamos enfermando y muchas veces no somos capaces siquiera de llegar a nuestra habitación.
—Podías haberte ido con ellos, Min. —la mano de Yunho se apoyó en el hombro de su amigo y compañero esperando que se apartara como solía suceder ante el contacto, pero sin embargo no lo hizo.
—¿Y dejarte solo? ¿Por quién me tomas? —-una media sonrisa apareció en sus labios mientras que encaraba completamente al otro y se ponía de perfil hacia la ventana por la que había estado mirando hasta hacía apenas unos instantes. —Además esto es mucho más divertido, ¿acaso para muchos no somos los malos de la película?

La ceja izquierda de Yunho se arqueó entonces en una pregunta muda mientras observaba al más joven, sonriendo de medio lado. Sí, para algunas personas no dejaban de ser unos “vendidos” que se habían quedado mientras que los otros tres se habían marchado buscando su propia libertad, buscando mejorar unas condiciones de un contrato exclavista que, sin embargo, los cinco conocían perfectamente cuando lo firmaron. Era estúpido, también, pensar que ninguno de los dos que se encontraban en aquella habitación sabían el tema de la demanda, sólo que habían decidido tomar un camino que los llevaría en dirección a otra historia completamente diferente.

—¿Así que es por eso? ¿sólo por eso? —el rostro masculino del líder realizó una pequeña mueca que buscaba mostrar que estaba compungido, pero pronto una sonrisa apareció en esos labios que las fans fantaseaban con besar. —¿No es porque me tienes cariño ni nada por el estilo y no me querías dejar solo?
—Sigue soñando, Hyung. —los labios del menor se curvaron en una media sonrisa mientras le miraba a los ojos acto seguido mucho más serio. —Sabes que no me gustó, para nada, lo que sucedió.

Yunho negó brevemente. Demasiadas cosas habían sucedido y demasiado peso había terminado por colarse en los hombros del menor. Por mucho que había intentado protegerlo, por mucho que había buscado las formas en las que el maknae del grupo no sufriera, lo cierto es que no lo había hecho nada bien. Había visto cómo se marchitaba en cierta manera dolido por la traición, por la marcha de esos hombres que se habían convertido en tres de las personas más importantes de su vida y que de un día para otro, aunque no había sido en realidad así pero era cómo lo habían notado, se habían marchado dejándolos atrás. Changmin no llevaba demasiado bien aquello y se había enfadado, había destrozado todo lo que tenía a su alrededor y había estado semanas que apenas hablaba dentro de su propio dolor, alejando incluso a la única persona que todavía le quedaba y que había caminado de puntillas a su alrededor intentando no molestarlo cuando él mismo se encontraba roto por dentro.

Quizá en su caso el dolor había sido mayor. No, no mayor, pero sí diferente. La última vez que había visto el rostro pálido de JaeJoong, que había podido cruzar sus ojos con los oscuros como si fueran dos pozos sin fondo del mayor, Yunho supo que todo había terminado y que tenía que tomar las riendas de su propia vida de la misma manera que él había hecho con la suya. Le dolió en el alma ver la mirada culpable de Yoochun y el gesto serio de Junsu mientras tomaba la maleta para salir del apartamento que durante tanto tiempo habían estado compartiendo. Era como si le hubieran arrancado parte de su propia alma y se la hubieran llevado consigo en el mismo momento en el que la puerta se cerró detrás de sus espaldas. Sin embargo, no se había hundido. No tenía derecho a hacerlo. Todavía había alguien a su lado que lo necesitaba, el mismo que en esos momentos le miraba con curiosidad por el silencio repentino que había caído sobre la conversación.

—¿Hyung? —la voz cargada de duda de Changmin hizo que Yunho le mirara, negando por un momento mientras dejaba una pequeña palmada en su hombro en un gesto lleno de cariño.
—Estoy bien, no es nada. —le tranquilizó esbozando una sonrisa a su compañero. —-Venga, vayamos a comer algo.

Changmin observó cómo su amigo se giraba para adentrarse en el salón, cogiendo en el camino hacia su habitación el libro que había estado leyendo. Aquel libro se lo había prestado hacía más de un mes y no había avanzado más allá de las primeras páginas. Sabía demasiado bien lo que hacía Yunho mientras supuestamente estaba leyendo. En un gesto casi de frustración, Changmin se separó de la ventana para dirigirse hacia su propia habitación y a sus propios pensamientos. ¿Estaban haciendo lo correcto? Aquella pregunta se repetía una y otra y otra vez en su mente como si fuera un mantra. ¿Lo estarían haciendo?

En cuanto encendía el ordenador y se conectaba a internet la información sobre ellos aparecía golpeándolo como si fuera un puñetazo y sentía un dolor de lo más físico. Aunque ya no sentía la misma rabia que al principio cuando se fueron, la sensación de abandono persistía aunque hubiera jurado y perjurado que no sentía nada, que aquello había sido solo algo momentáneo y que se encontraba perfectamente tal y como se encontraba en ese momento. Había luchado para desprenderse de ello. Sus hyungs habían decidido después de demasiados enfrentamientos que habían hecho que sangraran, quizá no físicamente, quizá no literalmente, pero desde luego metafóricamente lo habían hecho más de una vez. 

Les iba bien y debería alegrarse, sin embargo en ocasiones su parte más mezquina hubiera deseado que no fuera así porque entonces no dolería tanto verlos a todas horas, cada momento, cada día. Porque si les fuera mal habrían desaparecido del mapa y no vería cómo los ojos de Yunho se cargaban de melancolía y de tristeza cuando les veía aparecer de la nada en una página de internet, en un anuncio. Porque su corazón no latería con fuerza, como si estuviera a punto de salírsele del pecho, cuando escuchaba alguna de sus canciones. Porque era capaz de reconocer cada una de sus voces aunque no quisiera y se metían tan adentro en su cabeza —y en su corazón, aunque se negara a confesarlo a alguien y mucho menos a Yunho— que tenía que controlarse para no ir cantándolas por la casa o tararéandolas cuando iban en la van a cualquiera de los lugares donde tenían que rodar.

Se esforzaba cada día para intentar mostrar indiferencia. Era fácil hacerlo, siempre se le había dado bien no mostrar lo que pensaba y lo que sentía, tenía esa ventaja sobre Yunho. Su Hyung era demasiado obvio en ocasiones, al menos para él. Podía leer con claridad en sus ojos y ver cómo estaba pensando en ellos. Incluso a veces creía que podía tener telepatía porque sabía exactamente qué recuerdos se habían activado: una sonrisa, una ceja arqueada, una inclinación de su cuerpo, una mirada disimulada a algo en particular era lo único que necesitaba para darse cuenta de qué tenía su amigo en la cabeza y con qué lo estaba relacionando. 

Esos días, en especial, estaba pensando en Jae aunque no era algo que le sorprendiera. En realidad era lo normal. Por mucho trabajo que tuvieran siempre había un momento para saber en qué estaban metidos esos tres. Negó brevemente mientras salía de su habitación para acercarse al baño y cerrar la puerta detrás de sí. Miró entonces su reflejó por un momento, antes de inclinarse ligeramente para lavarse las manos y se detuvo durante un instante observando cómo el agua se deslizaba entre sus dedos. ¿Por qué no podían ser así los recuerdos? Aquellos que atesoraba como si tuviera miedo a que se fueran y que sin embargo les hacían tanto daño que eran saetas que se clavaban de forma profunda en su interior. Sería tan fácil entonces... pero no, aquellos recuerdos permanecían una y otra vez en su mente, volviendo cuando menos lo esperaba y cuando ya creía que los había olvidado. Como Yunho, él tampoco los había olvidado y todo parecía que le recordaba a ellos de una manera u otra.

¿Eso era ser los malos de la película? ¿por quedarse con la SM? Todos pensaban que habían tomado el camino más fácil, el quedarse en la empresa que los había “creado” y simplemente seguir con lo que habían estado haciendo hasta ese momento. Ni todo era blanco, ni todo era negro. También habían tenido sus problemas y habían visto cómo los mismos que les apoyaban les giraban la espalda. Habían sufrido el desprecio de algunos fans que habían preferido marcharse. No les podía culpar, cada cual tenía sus gustos, pero el más joven de los cinco había sufrido por aquello. Había decidido evitar determinadas páginas e, incluso, durante una temporada había procurado estar lo más desconectado posible.

Hizo un cuenco con sus manos para hacer que el agua cayera en sus manos y después se lo llevó al rostro para aclararse las ideas, como si al notar el agua fría eso fuera posible. Con el cabello humedecido volvió a clavar su mirada en el reflejo que el espejo le daba y negó brevemente. ¿De verdad era él? Estaba cansado, tan cansado que podía reflejarse en el rostro limpio del maquillaje, en las marcas demasiado profundas, en las ojeras que apenas podía disimular ya. Dormía poco y, a pesar de que siempre tenía hambre, comía mucho menos que antes o de peor calidad. En eso, como en tantas otras cosas, echaba de menos a JaeJoong. Apoyó la mano en el cierre del grifo y lo cerró mientras se acercaba a una de las toallas para secarse las manos antes de salir por la puerta del baño. 

Yunho observó a Changmin salir de aquella habitación en la que había estado más de lo normal y vio cómo el menor se dirigía hacia el salón de nuevo. Fue entonces cuando se permitió salir de la suya mientras cerraba detrás de sí. No eran muchas las ocasiones en las que el hombre más alto dejaba mostrar parte de lo que pasaba por su cabeza y por su corazón. Para todos era indiferencia, pero él pronto había descubierto que en realidad era su forma de proteger un corazón que a veces podía ser demasiado sensible. Si no fuera de esa manera no le hubiera importado y dolido tanto que se fueran. Respiró hondo porque él sabía perfectamente que no podía disimular de la igual manera aunque lo intentara.

Sacudió brevemente sus manos en las perneras del pantalón que llevaba y se dirigió entonces hacia la cocina. Al pasar por el salón pudo ver que de nuevo Changmin se encontraba en la ventana perdido en sus propios pensamientos. Fuera ya era de noche y apenas podía ver nada salvo las luces de la ciudad, una ciudad que se encontraba en plena efervescencia mientras que en aquella casa todo parecía ir lento, demasiado lento, incluso el propio tiempo. Sabía que en realidad no necesitaba ver más allá del cristal puesto que estaría rememorando alguna situación, algún momento, quizá alguna tarde-noche similar a aquella.

Había algo que había cambiado de manera significativa y era... el silencio. Cuando estaban los cinco la casa siempre estaba en movimiento, siempre había ruido, siempre había gente que iba y venía, que hablaba, reía, escuchaba música o jugaban, que peleaban, se gritaban y bromeaban. Sin embargo, aquello había desaparecido en el mismo momento en que aquella puerta se había cerrado detrás de su espalda dejándolos fuera, a pesar de que se encontraban en el interior del apartamento y ellos eran los que se iban. Había sido una barrera tanto física como mental, sobre todo esta última. Una barrera muy difícil de superar y que incluso en esos momentos era imposible hacerlo. 

Negó para sí y se acercó hasta uno de los armarios. Se podía imaginar que Changmin tenía hambre y no era el único. Habían estado preparando el comeback que sería en unas semanas y acaban como quien dice de llegar de un verano cargado de actuaciones y trabajos. Estaban agotados física y mentalmente, igual que les sucedía cuando estaban juntos, pero con la diferencia de que ahora no se podían apoyar los unos a los otros. Solo quedaban ellos dos. Y esa realidad le golpeaba cada vez que se quedaban entre aquellas paredes. Quizá por esa razón ambos se habían volcado en el trabajo y habían decidido seguir trabajando duro. Quizá por eso Japón se había abierto como una posibilidad alejada, y a la vez cercana, donde poder ser ellos mismos. Quizá por eso tenían un acuerdo tácito por el que determinados temas no se hablaban y sus nombres no eran pronunciados.

Se movió para poner a calentar el agua para los noodles que prepararía, sacando después sendos cubos de cartón abriendo las tapas hasta la mitad, sacando las bolsitas de las distintas especias y de los palillos desechables que no utilizarían. No era la mejor de las cenas, pero era rápida y habían aprendido a vivir con aquello. Echaba de menos a JaeJoong... no porque estuviera preparando la cena de aquella manera y echara de menos lo que él cocinaba, sino porque era como si le hubieran arrancado el corazón del pecho, destrozado y vuelto a meter de cualquier manera. Se había apoyado en él más que en el resto quizá, porque creía que podía hacerlo, porque creía que él lo entendía y que siempre estaría a su lado. Había sido, sin duda, la despedida que más le había dolido. El adiós que más amargo le había sabido cuando se había producido. Incluso tras tantos años seguía creyendo que en cualquier momento la puerta se abriría y aparecería de nuevo por ella, con una sonrisa en los labios, le arrebataría lo que tenía entre las manos y se pondría él a cocinar algún plato que se le ocurriría en el momento.

Esto no podía seguir estando así, deberían dejar esa melancolía, sin embargo era mucho más fácil decirlo que hacerlo. Apretó la mandíbula con fuerza y miró el contenido para asegurarse que no se había confundido puesto que había puesto el “piloto automático” y en más de una ocasión había armado un desastre. Lo único bueno es que entonces estarían entretenidos porque si había algo que Changmin odiaba era que le destrozaran la comida, aunque fuera algo tan sencillo como lo que estaba haciendo en ese momento. Se acercó hasta donde se encontraba el agua, que ya estaba hirviendo, y con cuidado de no quemarse lo vertió en ambos contenedores cerrándolos después poniendo los palillos de metal sobre la tapa. En aproximadamente cinco minutos más podrían cenar.

¿Qué estarían haciendo? A pesar del tiempo, a pesar del espacio, a pesar de que ya no fueran la misma unidad musical, para Yunho había algo que era cierto: eran su familia y por tanto él tenía la obligación, y también el derecho, de preocuparse para que lo estuvieran haciendo bien. Ellos también habían tenido un verano de lo más ocupado, entre dramas, conciertos y fanmeetings. Lo sabía porque aunque no estaba tan pegado al ordenador como Changmin, también entraba de vez en cuando para ver qué era lo que sucedía en internet con ellos. 

Cuando tenían tiempo, por supuesto, y no quería llegar a ese lugar para darse una ducha y meterse directamente en la cama, muchas veces arrastrándose.

—Hyung.

La voz de Changmin demasiado cerca hizo que volviera la mirada hacia su derecha donde se encontró a su compañero mirándolo con el rostro serio, los ojos oscuros quizá demasiado brillantes y los labios apretados en un gesto que indicaba que había demasiados demonios en su interior que buscaban ser ocultados. Alguien tan joven no debería haber sufrido tanto, no debería haber vivido todo lo que había tenido que vivir, todo lo que había tenido que soportar. Sabía que le habían arrebatado su juventud, de la misma manera que lo habían hecho con todos ellos, pero para él la de Changmin había sido la peor de todas porque había sido, en cierta manera, su responsabilidad. 

Las miradas de ambos se mantuvieron durante uno, dos, tres minutos sin que ninguno de los dos hablara. ¿Estaban analizándose? No, solo estaban comunicándose sin palabra porque era algo que habían aprendido a hacer hacía mucho tiempo. Llevaban tanto tiempo juntos que ya no era necesario palabras, no la mayor parte del tiempo al menos. Fue Changmin el primero que apartó la mirada y la fijó en lo que iban a cenar aquella noche apoyando las manos en la superficie de mármol y mirándose las uñas cuidadas de sus largos dedos como si fuera lo más interesante del mundo. Tenía los hombros ligeramente caídos y tuvo que carraspear antes de poder hablar como si hubiera algo que se le había atascado en la garganta y fuera difícil, muy difícil, sacar fuera. Cuando habló su voz fue más baja de lo habitual, casi un susurro que hizo que Yunho tuviera que acercarse un par de pasos para poder escucharlo con claridad.

—¿Los echas de menos, Yunho?
—Todos y cada uno de los días, Changmin... todos y cada uno de los días.
—Yo también... —el menor alzó la mirada intentantando aparentar fuerza. —pero jamás se lo digas.
—No lo haré yo, serás tú quien tenga la oportunidad de hacérselo ver.

Fue entonces cuando sonrieron, una sonrisa compartida que por fin llegó a sus ojos, a los de ambos, mientras quedaban cara a cara. Porque si había algo que se recordaban, cada día, es que en algún momento toda aquella pesadilla terminaría y entonces podrían volver a ser como antes. Se dieron entonces una palmada en la espalda como dos viejos amigos, tal y como eran, se sentaron en las banquetas de la barra americana donde Changmin había estado apoyado y tomaron los palillos dispuestos a cenar. Una nueva sonrisa, un par de palabras más que sonaron a broma y borraron la sensación de pesadez que había aparecido durante toda la tarde. 

Tenían una esperanza que jamás se apagaría, que siempre permanecería, una esperanza que estaba allí intacta, dispuesta para ellos. Porque siempre, pasara lo que pasara, había algo que nunca perderían: la fe. La fe en que podrían volver a encontrarse, la fe en que ellos, estuvieran donde estuvieran, pensarían en ellos de la misma manera que lo estaban haciendo en ese momento y también dirían que los echaban de menos... todos y cada uno de los días que estaban separados.

martes, 2 de octubre de 2012

{Original} Cacería Nocturna




Título: Cacería Nocturna.
Personajes/Pareja: OC, Alana.
Rating: PG.
Género: Original, Sobrenatural.
Resumen: Se aburre, tiene hambre... y no se le ocurre mejor cosa que salir a divertirse en una curiosa cacería nocturna.
Disclaimer: Alana Sheridan es un personaje original creado hace bastante tiempo que de vez en cuando aparece para tocarme las narices y realizar relatos... como este, ejem, que escribí ya hace unos cuantos añitos.

Caía una cortina de agua de fina lluvia, que empapaba el oscuro cabello de la mujer que no se preocupaba en llevar ni paraguas ni una cazadora para protegerse. Caminaba por el centro de la calle como si fuera la dueña de la ciudad y si estuviéramos en Vancouver, la verdad es que eso hubiera sido en parte real o al menos bastante factible. A lo lejos se escuchó el pitido del tren alejándose y una media sonrisa gatuna apareció en los labios al pensar en la muchacha de ojos azules que seguramente estaría resguardada en algún rincón de la estación del cielo gris.

Estaba hambrienta. Llevaba demasiado sin alimentarse y casi podía oler la sangre, casi podía escucharla recorrer las venas de las personas que se cruzaba en su camino. Esa necesidad de alimentarse era lo único que la molestaba de haberse convertido en vampiro, le gustaba demasiado la comida humana - y la bebida -, pero odiaba de manera significativa el no poder mantenerla en el estómago. Que sí, que podía tomar un trago de whisky, pero sabía que apenas unas horas después tenía que deshacerse de ello – por llamarlo de una manera educada -. Con lo que había disfrutado con la incorporación del cacao a la dieta Europea…

Eran las 22:30 de una noche en la que parecía que todo el mundo había decidido disfrazarse, como si estuviera en mitad de un Carnaval perpetuo y a deshora. No terminaba de entender esa necesidad de salir a divertirse con penes en la cabeza bamboleantes que lo único que decían era: soy gilipollas y fácilmente me puedes abrir de piernas. Podía entender la lujuria, ese delicioso pecado y vicio al que había estado dedicada buena parte de su existencia, pero no entendía la vulgaridad en la que había caído la época en la que vivía.

Para algunas cosas era realmente anacrónica. ¡Quién iba a decirlo!.

Una puerta se abrió en algún lugar y pudo escuchar el rumor de la conversación, la música del momento golpeando con fuerza contra sus tímpanos, sus ojos se giraron en esa dirección y arrugó brevemente la nariz; era como si miles de zombies estuvieran moviéndose al ritmo de una música macabra que no tenía ni pies ni cabeza. Puro ruido. Vale, esa noche se había levantado refunfuñona, pero quién no iba a hacerlo con sus despertares. Sí, iba a tener que llamar a Ligeia más tarde para ver si estaba libre o ir a molestar a Garia.

Sus pasos, como si fueran dirigidos por el destino, se encaminaron a la cueva de los zombies y se coló en el interior al tiempo que buscaba adormecer sus sentidos para no volverse loca. Un oído demasiado fino provocaba una enorme jaqueca en lugares como aquel. Cuando se aseguró que no había peligro, léase otros seres no humanos en el perímetro, se relajó lo suficiente como para desatar el largo abrigo de cuero y mirar a su alrededor a través de las gafas oscuras. 

Era todo una farsa que buscaba el autoengaño de los que entraran en aquel cubículo. Buscando el lujo intentaba imitar al Vollmond con sus características singulares de club del siglo XIX inglés, con amarillos –porque aquello no era dorado ni de casualidad – en lugares que hubiera sido mejor no verlos y rosas y cremas por doquier. Y la música rompía aquel espectáculo como si estuviera en un videojuego malo y hubiera una invasión de espectros con ropa demasiado corta y las hormonas revolucionadas.

Las luces daban una mala impresión, desde luego. Alguien debería llamar a la Asociación del Buen Gusto. Ya sabía dónde no llevar a nadie en su vida.

Una mueca sardónica apareció en sus labios mientras se encaminaba hacia la barra donde adolescentes conseguían que sus cerebros se derritieran hasta límites insospechados debido al alcohol y a las drogas. No extrañaba para nada a la vampira que después se convirtieran en poco más que una ameba en algún rincón tirados. No había nadie a la vista que le llamara la atención y para comenzar una cacería era muy, muy especial.

Fue en ese momento cuando su mirada se fijó en una mujer que brillaba con luz propia, de ese tipo de personas que saben que tienen todas las miradas a su alrededor, que pueden comerse el mundo. Tenía la piel de color chocolate y los ojos casi dorados, la ropa minúscula y una larga melena oscura que se movía a su alrededor como una cortina de bucles perfectamente peinados. Todas las miradas estaban puestas en ella y lo mismo hizo la cazadora, observando cada uno de esos movimientos perfectos, cada uno de esos pasos que hacían que su cuerpo fuera una auténtica arma de seducción.

Y no pudo evitarlo, se movió hacia delante para adentrarse en la pista de baile y comenzó a bailar con ella, sabía que no sería rechazada, lo sabía porque nadie en su sano juicio lo haría, porque aquella era su noche y aquella era su presa, porque sabía que con un solo beso en la comisura de los labios, en el cuello, en la oreja caería a sus pies.

Porque era un vampiro y como tal era el mayor depredador que existía en aquel momento en todo el mundo.

 

Hilos Tejidos